(Hannover, 1930 – Basilea, 1998)
Pintor, dibujante, escultor, accionista, poeta, editor, investigador insaciable, convirtió su vida en un proceso creativo continuo. Roth accedió al arte a través del diseño industrial, campo que amplió hasta abarcar casi todos los ámbitos de la creación artística. Lo que define a este artista, situado en la corriente neodadaísta, es la tendencia a disolver la distinción entre el arte y la vida, actitud que compartía con grupos como Fluxus y los nuevos realistas. Su universo, solo en apariencia caótico, conjugaba todos los materiales, con un especial interés por los orgánicos y su degeneración. El interés de Roth por la transformación orgánica pasó a formar parte de su estrategia para subvertir los mecanismos de la comercialización del arte. Un ejemplo de ello es la experiencia del Museo del Moho, que funcionó en Hamburgo entre 1992 y 2004, clausurada ya que los principales materiales de las obras eran chocolate, azúcar y especias, mientras que el moho intervenía después de forma autónoma. A finales de los años cincuenta, Roth trabajó en Nueva York, donde organizó happenings y produjo obras cinéticas y sellos que incorporaban textos y fotogramas. En los setenta, colaboró con artistas como Arnulf Rainer (1972-1979) y Richard Hamilton (1975-1977), con quien pasó temporadas en Cadaqués. Con un nombre mutable –Dieter Roth, dieter roth, DITERROT, diter rot o Dietrich Roth, según la obra y el contexto–, Roth fue siempre un rebelde que buscaba nuevos medios y reivindicaba la mutación y el cambio constante.
Las obras expuestas en MediaLab son: Literaturwurst (die blechtrommel), 1967. En 1961 comienza su producción de los denominados embutidos literarios. Conserva íntegras las etiquetas de los títulos de libros y revistas, y los aplica sobre embutidos elaborados según recetas determinadas: corta en pedacitos los textos de autores célebres como Günter Grass (El tambor de hojalata, 1967), Alfred Andersch (La roja, 1967), ejemplares de periódicos y revistas como el Daily Mirror (n.º 1, 1961) o Der Spiegel (1969), los mezcla con los ingredientes de la receta y lo embute todo en el pellejo. Roth ofrece la por él tan odiada moralina literaria hecha pedazos para consumirla a través del aparato digestivo. El asco que racionalmente produce el texto resulta potenciado por el hedor real de las letras.
En Poeterei 3-4, (1968), la totalidad del libro se ha convertido en comida: las páginas, que pueden extraerse individualmente de las cajas, consisten en bolsas de papel de aluminio impresas, rellenas de chuletas de cordero, chucrut y salchichas. Mientras que las letras del texto propiamente dicho resultan casi ilegibles, Roth nos hace experimentar una y otra vez la sensación de fracaso en su función de vehículo para la percepción de la realidad, de modo similar a los embutidos literarios: envuelven y ocultan el contenido orgánico, susceptible de estar expuesto al proceso de putrefacción. El lenguaje se convierte en parte del mundo cotidiano, al que sólo suele hacer referencia en otras ocasiones. (Extracto de Ina Conzen: ‘Bücher und Buchprojekte’ en: Dieter Roth: Die Haut der Welt).