(Ōita, Japón, 1931)
Arquitecto, su poética íntima se asienta en la transitoriedad de los edificios, por ello juega con volúmenes que generan una ilusión visual destinada a la contemplación. Una lucha entre belleza y finitud plasmada en su amplio patrimonio arquitectónico. En los años 60 formó parte de Metabolismo colectivo de arquitectos japoneses bajo la dirección de Kenzo Tange. Los primeros proyectos de Isozaki combinan elementos de la tradición japonesa con las más modernas estructuras realizadas con tecnología avanzada, fue a partir de 1970 cuando el arquitecto comenzó a sustituir los elementos tradicionales por elementos posmodernistas, hacia formas geométricas. Isozaki parece dedicarse a la búsqueda intuitiva de significaciones espaciales, convirtiendo a la estructura en un instrumento capaz de combinar la realidad con la ilusión. Isozaki ha proyectado edificios por todo el mundo, desde el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (1986), o el edificio de Bellas Artes del Museo de Brooklyn, hasta otros museos en Niza y El Cairo, aparte del palacio de los deportes de Sant Jordi para los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona. También ha merecido diferentes premios internacionales concedidos por las instituciones más prestigiosas, entre las que destacan la Asociación de Arquitectos del Japón, el RIBA británico (Royal Institute of British Architechts), la Accademia Tiberina italiana y los estadounidenses Institute of Arts and Letters y American Academy. En 2019 ha sido galardonado con el Premio Pritzker 2019, uno de los reconocimientos más importantes del mundo de la arquitectura.
Los bocetos y dibujos de su proyecto arquitectónico Unbuilt, han sido objeto de exposición en Medialab Mad. Representan la ciberarquitectura que, gracias a su estructura orgánica y su conexión con la tecnología, anticipa la forma de las sociedades de la información virtuales, que hoy día se han convertido en algo cotidiano mediante Internet y la telefonía móvil. Los dibujos de UNBUILT son visiones atrevidas de mundos urbanos que, a pesar de estar sometidos a una transformación permanente e ilimitada, permanecen flexibles sin autodestruirse